VACÍO FÉRTIL
Amarte ha sido tan fácil, tu mirada alegre, tus pasos
siempre hacia adelante, no te quebrantas ante nada. Amar lo cristalino, la
energía que emana de lo luminoso; amar lo fértil; mantenerme en gratitud cuando
veo sólo bondad, prosperidad y belleza a mi alrededor es tarea fácil, aunque he
de puntualizar que también se aprende a eso, a agradecer y a disfrutar de lo
bello, lo bueno, lo que sabe a néctar.
Experienciar lo hermoso de la vida hace que me rinda
ante ella, cierro los ojos y me inclino para honrarla. Al mismo tiempo, veo la
infinitud en mí y me pierdo: Soy o no soy, sí o no, estoy o no estoy. Las dudas
revolotean en mi interior, Es fácil amar lo bello y nutricio, pero no sé cómo
vivir las partes dolorosas, no sé cómo integrar, aceptar y amar lo rasgado e
incompleto. Muchas veces los llevo enganchados con grilletes a mis pies y me
impiden descanso; aturden mis oídos imposibilitándoles escuchar con claridad
las indicaciones de mi espíritu de luz que guía el camino.
Lo que vivo como dolor y desesperanza, lo que veo como
incertidumbre, miedo y cobardía; lo que experimento como larga agonía, lo que
vivo desde el enojo al ver la caída brutal de los castillos en el aire, lo que
veo desde mi pobre y ordinaria humanidad, desde mi ego lastimero, quejoso hasta
el punto del ridículo, no han sido en absoluto caminos que me lleven a la
sanación del alma. Me habitan esas dicotomías que siguen revoloteando como las
aspas de un ventilador que me distrae y destruyen mis incipientes deseos de
creer, que en ese vacío está la chispa divina de mi Ser; y vuelven las
dicotomías, las dudas, e incertidumbres: soy o no soy, sí o no, estoy o no
estoy.
Avanzar, tomar decisiones ante las grandes disyuntivas
de la vida, dar el paso para subir un escalón tiene sus implicaciones, por
supuesto. La implicación para que siga haciendo mi tarea en la existencia
misma, es abrazar justamente lo doliente, lo imperfecto, la enfermedad, las
piedras en el camino; eso y más requiere ser visto y aceptado. Siguen ahí
atados a mí para que no me olvide verlos, valorarlos, acomodarlos y también
honrarlos. Evidentemente no se van a ir, son parte de mí, son vivencias que
puedo resignificar, pero no eliminar de mi vida.
Abrazar y amar esto no es fácil, intento hacerlo y
siento que mis piernas se debilitan, pierdo confianza y dejo de creer en mí. Por
años intenté que desaparecieran, se esfumaran, pero nada ha servido para lograr
ese objetivo. Pretender que no se manifiesten en mi vida es imposible, no hay
modo de salvarme, de salvarnos, no hay forma de rehuir al dolor de las heridas,
de impedir los acontecimientos que causaron daño, incertidumbre, caos. No sólo existe
la miel sobre hojuelas.
Veo en mi interior y contacto el vacío, le hace falta
una chispa para que pueda detonar la explosión de la vida, la eclosión del
color y brillo; o también, puedo decidir implotar y quemar mis recursos para
quedarme en zona de muerte. Sí, es elección constante ir hacia la vida
aceptando y abrazando el veneno que cura y no mata, que alivia y sana.
Divinidad, tomo de tu fuerza y te hago mi lugar
seguro, hago morada en ti, recargo una y mil veces mi corazón de tu fuente
nutricia y una y mil veces pregunto: sí o no, soy o no soy, estoy o no estoy;
tu voz firme envuelta en tonos amorosos me responde claramente sí, estas y
eres. Sólo así, con esa fuerza, logro abrazar las aflicciones y puedo escuchar
a mi espíritu que dulcemente quita las cadenas para sanar mis pies cansados.
Honrar el camino del dolor es comprender, es aceptar e integrar que la vida
trae de todo y todo simple y complejamente es, todo es y está
para ser experienciado.
Empiezo a asimilar a mi manera y en mis palabras, lo
que me compartió hace poco un joven maestro de vida, haciendo referencia a un
texto sagrado: los tormentos se pueden llevar mejor desde la paciencia;
paciencia que como maestra virtuosa me lleva, nos lleva, a vivir los
acontecimientos con esperanza; esperanza que trae reconciliación conmigo, con
mi espíritu guía y con el gran divino espíritu maestro. Si permito que esto
suceda, la chispa divina que le faltaba a mi vacío siempre hará que se genere
vida, amor, fuerza para continuar, se convertirá en vacío fértil.
Abrigo entonces, la esperanza de mantener mi corazón
lleno de esa luz, para que la parte amarga de mi vida deje de ser carga,
impedimento, desgarro y así se convierta en lo que es: parte de la vida, parte
del proceso de aprendizaje, parte de mis decisiones de hoy y de ayer, de aquel
tiempo sin tiempo en el que elegí desde mi Ser nacer y vivir.
Diocelina
Estudillo Abad.
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