CEGUERA

A propósito del taller de escritura para mujeres “De ti para ti y a otros amores. Basado en mi libro que lleva por título  “de Carmen a Carmen y a otros amores”  


¿Tienes un espacio y un tiempo para escribir tus andanzas? Hay quien escribe cuando todos están dormidos, otras lo hacen en la privacidad maravillosa que ofrece el baño; otras tantas, empiezan sus escritos imaginando, cocinando en sus mentes y corazones el tema. Le van dando consistencia, sabor y forma, sintiendo la emoción mientras cocinan algún atolito, algún panecito. Así empiezan sus escritos, quienes hacen de su cocina un espacio también para escribir, o cocinar un escrito; y cuando tiene la idea, le hacen honor al dicho… “este arroz ya se coció”

Sugiero que recorras tu casa, es decir, tu yo interno, así como tu casa habitación. Búscate un espacio, aduéñate de tu tiempo y empieza a “cocinar” algo para alimentarte el alma.  Yo te ofrezco un taller y un lugar para compartir y sanar a través de la escritura. Podemos hacer mucho juntas. Mi taller de escritura terapéutica no pretende darte la técnica literaria, pero estoy segura, que saldrán a flote muchas cosas bellas, porque lo harás desde tu experiencia vivida usando manos, mente y mucho mucho corazón como ingredientes.

 

Te comparto un escrito que hice, unos años atrás, en relación a mi padre y su ceguera, próximo a ser abuelo de mi hija mayor.

 

 

                                                      CEGUERA
 

Mi padre, hoy por la mañana, se levantó llorando. Se salió al patio a llorar para no ser molestado,

Nada expresaba con la palabra.

Sus enceguecidos ojos no dejaban salir más que lágrimas. Ni un poquito de luz, si una sombra siquiera podía ver con ellos.

Negro es el día, igual que la noche

Lloraba su desconsuelo, su pérdida de visión, lloraba su tristeza de soledad interna.

Dice que no va a poder ver a la niña, a su nieta. Las manos de mi mamá, su esposa de tantos años, le acariciaba la espalda y le abrazaba, le consolaba, le hablaba…

Lloraron tristemente los dos, compartiendo la pena; se secaba mi madre las lágrimas con su mandil y mi padre con su paliacate rojo de siempre, el que guardaba en la bolsa de su camisa.

 

Qué le digo, qué le doy, qué le transmito a mi padre para qué por un momento, se aminore el dolor y acepte su situación.

 

-          - Yo pensé que me iba a curar… pero ya perdí las esperanzas, me dijo.

 

¿Qué es la esperanza? ¿Tendrá que ver con la espera? ¿con la espera de que algo bueno suceda? Es acaso un deseo suspendido en el aire, que se concreta cuando lo puedes disfrutar tocándolo, viéndolo, oliéndolo, saboreándolo, escuchándolo… es un sueño, es una visión, es algo efímero que pudiera llegar a concretarse… que pudiera llegar… la esperanza de recobrar su vista se fue apagando, al mismo tiempo que se apagaron sus ojos.

 

-          - Si yo pudiera ver, aunque sea un poco como antes… la vería hija, vería a mi nieta ¡la vería!


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Duelos

Hombres

Querido cuerpo.