LIBERTAD
Vivir libremente es, sin duda,
uno de los mayores deseos, y confieso, uno de los mayores miedos. La persona
suele ejercer la libertad encaminando su fuerza volitiva hacia “algo”. He
pensado que la libertad viene incluida en el paquete que per sé traemos todos
los seres humanos. ¿Cómo es que no se le puede ejercer a veces ni en lo
minúsculo de la vida cotidiana? ¿Cómo es que no se le puede ejercer ni para
vivir en la elección de nuestros deseos?
La libertad no es algo que
este flotando en el aire y que por sus propiedades informes, incoloras, o
insaboras sea difícil de atrapar; no, la libertad no puede ser grande o
pequeña, o lo es en la medida que pequeño es el mundo interno, que pequeña es
la persona que la contiene. La libertad existe y nos habita, somos nosotros los
que no la vemos y la creemos perdida. La buscamos afuera de nosotros bajo del
cesto de la basura, tras la puerta, entre los tiliches, debajo de la cama…
La libertad no es mucha ni
poca, solamente “es” y reside en todos. Para ejercerla, ella, la libertad,
encuentra el vehículo de la voluntad con una idea, sueño o deseo prometido como
motor para sentirse plena. Por ello es
que la libertad no puede ser pequeña, no puede ser poca, ni mucho menos se
tiene que ser esclavo de la vida para un día ganarse o conseguirse un trozo de
libertad.
Libertad manoseada, usada,
malversada; pensarla fuera sí mismo, es la manera más común de justificar, a
veces ante los otros y a veces ante el propio yo, la no consecución de los
deseos. Nos decimos y decimos al mundo
que luchamos por obtenerla, incautos somos, la lucha no está afuera.
Despertar la libertad que
habita dentro mío, alimentarla y decirle un buen discurso motivador hará que
ella, la que permanece en el corazón, las manos y el alma de los hombres y las
mujeres, viva. He visto algunas libertades levantarse, la persona se ve
humildemente fuerte, entregada a la vida, sin juicios equivocados de sentirse
atrapado; no duda de que su carcelero no es su casa, ni su trabajo, ni su
tiempo, o su familia o cualquier otra responsabilidad; sabe que su carcelero
mora en su persona. Ella es la que elige, opta por lo que hay dentro de ella,
no por lo que pasa fuera.
Inequívocamente, el tiempo no es lo que da el rumbo, no marca
ni siquiera la dirección, el tiempo está ahí para vivirlo, tiempo y libertad…
qué mancuerna!
Diocelina Estudillo Abad
CRESER Crece y Elige Ser
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