Hombres
¿Serán mis ojos quien te ven? o los ojos de aquellas mujeres que se fueron, de las mujeres de hoy que me muestran sus heridas, de las que dijeron y dicen sus dolores.
¿Serán mis ojos los que te ven?, ¿o los ojos de una sociedad patriarcal cada vez más enferma de control y manipulación?
No sé quién te está viendo si mi yo de 3 años, si la
de 8, la de 15, la de hoy.
No sé desde dónde te veo, desde mis heridas, desde los
dolores que habitan mi cuerpo, el corazón y el alma.
Visiones que se entrelazan, creando un entramado que forman los cristales de mis viejos lentes, con los que sólo veo daño, veneno, abandono, crueldad y lastre.
Sé que estás por ahí, sé que hay muchos que se están construyendo,
puedo percibirlo; quiero despejar mi mirada para descubrirlos, hay quien se ha
despojado de los antiguos harapos y se está cimentando, sin rendirse, en nuevos
paradigmas, sin embargo, casi al aclarar mi visión, el vendaval de los sucesos
vividos te aleja y otra vez… no te veo.
Es posible que estés ahí, me
esfuerzo por percibir tu presencia, la imagen no termina por aclararse, el
armazón de mis lentes, a fuerza de infiernos vivenciados, se han retorcido y no
veo más que deformidades en la lejanía.
¿Estás ahí? He leído historias de
príncipes engalanados, de sangre azul, de corazón y mente iluminados por la
bondad y honestidad que aparecen de la nada, en sendos caballos con las riendas
bien sujetadas por sus manos, dirigiendo a voluntad su vida y su destino. Quizá nunca existieron, quizá están extintos,
como el árbol de sándalo de Juan Fernández en el archipiélago de Chile, tal vez
verte así, es un invento más para no verte…
Llevo años y años limpiando mis espejuelos, decía mi
siempre querida y admirada maestra de vida, años quitando lo sucio, lo podrido,
la ponzoña, los daños. Años sanando heridas de esta vida y quien sabe si no, de
otras. Descosturando y costurando algo nuevo, abriendo caminos, limpiando los
escombros, quitándome las esquirlas.
Limpiando, deconstruyendo, construyendo, hilvanando.
No puedo ni quiero negar mi sombra ni la de ellos, quiero más bien sumar mi autentico
Ser y el tuyo para dejar de vernos como lo bueno y lo malo y reconocernos tal
como enuncia Osho en un bello poema:
Soy uno con todas las cosas.
En belleza, en fealdad,
para todo lo que sea,
ahí estoy.
No sólo en la virtud
también en el pecado soy un compañero,
y no sólo el cielo
también el infierno es mío.
Buda, Jesus, Lao Tsé,
es fácil ser su heredero,
pero ¿Genghis, Taimur y Hitler?
¡Ellos también están dentro de mí!
No, no la mitad. ¡Soy la totalidad de la humanidad!
Todo lo que sea del hombre es mío:
flores y espinas,
la oscuridad tanto como la luz.
Y si el néctar es mío, ¿de quién es el veneno?
Néctar y veneno: ambos son míos.
A quien quiera que experimente esto
yo lo llamo religioso,
porque sólo la angustia de tal experiencia
puede revolucionar la vida sobre la tierra.
A veces me toca tomar el corazón para llevarlo a un
lugar más seguro, a veces me toca limpiarlo, curarlo, sacarle brillo y luz para
que ilumine aquellas grecas por donde se vislumbra lo grande, lo sagrado, como
esos elefantes hermosos, símbolo de espiritualidad y devoción. Estoy enfocada en eso para humildemente honrar
la oscuridad y el veneno, el mío y el de ellos, para honrar y quedarme en la
luz y el amor que hay en mí.
Así será más fácil verte, en tu luz y en tu sombra,
sabiéndote un ser humano en construcción, igual que yo. Si logro verte, verlos
desde mi espíritu y mi ser, encontraré que están en proceso de ser quien
quieren ser, igual que yo.
Y aquí sigo, limpiando mis espejuelos
descosturando el entramado con el que crecí para
costurar el mío, tal como lo hacía mi querida maestra cada tarde, guardaba lo
bueno, lo que a ella le servía, para luego reciclarlas con gran ingenio y
creatividad; así me enseñó por años y así lo estoy intentando hacer ahora.
Camino mientras veo los elefantes grandes y fuertes
como el espíritu de cada uno, como mi espíritu que con certeza va hacia dónde
el corazón y mi alma me lleven.
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