Duelos

Mi padre se levantó con una pena en el corazón. 

Lo vi salir despacio, a tientas, al patio de atrás de la casa,

        Tristísimos sus ojos;

                Perdidos en la inmensidad de aquellos laberintos

                        Buscaban un asidero de luz 

                                entre sus recuerdos.

A través de la ventana, lo veía sentadito en la silla donde tomaba el sol por las mañanas. Caían lágrimas de sus enceguecidos ojos,

                Llegaban a la tierra

haciendo más grande aquel laberinto de juncos,

                bejucos 

                    y rastrojos de recuerdos.

Ni un poquito de luz, ni una sombra siquiera podía ver.

         Negro el día igual que la noche.

Lloraba su desconsuelo, lloraba la tristeza de su visión perdida varios años atrás.

Dice que no va a poder ver a sus niñas, sus nietas. 

        Las manos de mi bella madre, su esposa, le acariciaban la espalda, le abrazaban, le animaban, le hablaban…

Sollozaron tristemente los dos, compartiendo la pena como muchas otras cosas en sus sesenta y siete años de casados; se secaba mi madre las lágrimas con su mandil y mi padre con su paliacate rojo de siempre, el que guardaba en la bolsa de su camisa.

En ese espacio, en el patio de atrás de la casa, ambos fueron cobijados por el sol tantas veces mientras cargaban a sus dos chiquitas recién nacidas, que fueron creciendo a medida que pasaban los años. 

Las imaginaba a través de mis relatos, las fue construyendo a través de ellas mismas, cuando le contaban de sus andanzas escolares que tanto le gustaba saber. 

 - Si yo pudiera ver, aunque sea un poco como antes, las vería hija, vería a mis nietas. ¡Las vería! ⎼ Yo pensé que me iba a curar y algún día iba lograr recuperar mi vista… 

        pero ya perdí las esperanzas ⎼le escuché decir.

¿Qué es la esperanza? ¿Tendrá que ver con la espera, con aguardar que suceda lo deseado? ¿Es parecido a un deseo que se encuentra suspendido en el aire, difícil de atrapar?

Un anhelo,

            una ilusión,

                    una posibilidad que pudiera concretarse,

                            que pudiera llegar, 

                            pero que se escapó,

                            se esfumó,

                            se apagó.

     Igual que como aquella noche mi padre, el abuelo, se nos fue;

                se escapó de su cansado cuerpo;

                se esfumó la luz de su sonrisa;

                se apagó su estar en el mundo.

Hoy sé que él está justo en la luz, su espíritu ve y eso me devuelve la esperanza. La tengo aquí, en mi corazón, en donde la dejó.


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