RESURRECCIÓN.

 

        

                 Nacimientos, muertes y otras amenidades.




    

He estado entre los muertos y he resurgido varias veces, he sido como los gatos en situaciones difíciles y, aunque me levanto de todas, he de reconocer que no siempre he caído bien parada. En ocasiones reponerme me ha llevado unos minutos, en otras, varios días y en otras más, ponerme de pie me ha tomado varios años. Las marcas y cicatrices de estas vivencias habitan mi alma y mi cuerpo; están cómo testigos y huellas de todas esas muertes y resurgires, de los procesos de vida-muerte-vida como lo acuña bellamente Clarissa Pincola. En cada resurrección experimento el éxtasis de la vida cuando me regresa el alma al cuerpo, previo ando como zombi, rechazando todo alegría, todo alimento vital, camino más muerta que viva y la amargura está en mi boca como amargos son los amaneceres; la luz que está a favor de la vida únicamente hace más evidente mi gran obscuridad.

    En principio creía que la guerra se gestaba entre las aquellas personas y yo. Hoy casi todas las batallas y digo casi, por no tener el atrevimiento de decir que todas, cobran vida y germinan dentro mío. En mi intimidad una voz dice voy para acá y otra indica otro camino, a una parte de mí le sorprende y maravilla la nueva ruta y, a la otra, le tiembla la pierna al querer dar el paso como sinónimo de resistencia al cambio. Este estado de duda o ambigüedad por un lado y, certeza o apertura a nuevas experiencias por el otro, me divide al punto de anular el asumir el gran poder que implica elegir. Ahí es donde claramente me subo al cuadrilátero y mis partes contrincantes se ponen los guantes; esas contiendas, decía, me han llevado no sé cuánto tiempo de mi vida.

    Nadie me ha crucificado más que yo, nadie se ha ensañado conmigo lanzado injurias y vituperios más que mi propia persona enrabiada y enceguecida. Veo mi ego y sombra insuflarse de manera incontrolada, haciéndome creer que expandirse es un proceso natural; los pensamientos se multiplican como células en mitosis, todos iguales para formar una creencia que, aun siendo mentira, pretende dominarme. He habitado en ese limbo que me arrastra a vivirme en polaridades, fragmentada y jaloneada. 

    En las gestas que he librado, salgo avante con la sensación de paz y armonía en mi alma, experimento el despertar a la vida, me levanto de nuevo y resurjo. Le doy la mano y abrazo al que sea o a lo que yo creía, era mi contrincante. Me veo haciendo lo correspondiente con todos los aspectos de mí, conciliando a favor de la vida, en plena palingenesia, apreciando el que el alma y el espíritu una vez más, me vuelvan al cuerpo incólumes.

    Tan pronto como mi parte más sabia encuentra un resquicio de luz, en cuanto permito que mi alma llena de amor me vea, en el momento en el que mi espíritu lleno de fuerza consciente pone orden, el insight llega, entonces distingo mi miedo y angustia, percibo mi ignorancia, desamor, rencores, melancolías y demás, todas ellas cansadas, en harapos, necesitadas de ser vistas y escuchadas, pero en paz. Como en aquella ocasión, cuando después de salir victoriosa de una de mis más grandes batallas, me bajé del ring y me encontré en la playa justo en la fecha en que nací, con la intensión de celebrar, dijera mi hermano César, mis “apenas” 58 añitos.

    Sólo hasta verme en aquellas aguas marinas, a tres horas de distancia de la playa, mar adentro; ante lo extraordinario de la vida, me di por enterada, que un par de años anteriores había estado medio viva, medio muerta. Permanecí en el océano un largo rato que, experiencié como si en realidad hubieran sido nueve meses en los que me re-forme; nadé feliz entre varios leones marinos, sorpresivamente fui abrazada de uno de ellos; realizamos lo que visualicé como un recorrido de vida que me hizo recordar la fuente de mi existencia, el origen. Me permití ver que todas estaban ahí, mis abuelas, bisabuelas y demás mujeres de ambos linajes, además de mi bella y poderosa madre apoyando a mi nueva yo que contiene todas mis facetas de muerte y resurrección; sus brazos me envolvieron, traigo en el corazón la bendición de todas, su profunda mirada de aceptación, cariño y dulzura.  Vi todo tan prodigioso, tan espectacular. Disfrute lo más que puede hasta que fue el momento de salir a una nueva oportunidad de vida.

    Y aquí estoy, de las otras Diocelinas traigo muchas cosas buenas, son ahora mi materia prima para seguir en construcción. Sigo trabajando en mí, en los diferentes aspectos que me constituyen como un Ser-Humano. Sigo gestionándome cada vez más resurrecta, generándome espacios vitales cada vez más conscientes, seguros y amorosos.

    Permitirme esto ha logrado en mí, asombrarme de lo excelso de la vida, igual que cuando nací y, me digo, si lo logré a los nueve meses, hoy por qué no habría de hacerlo.

 


Diocelina Estudillo Abad. 

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