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Mostrando las entradas de julio, 2021

SIN PARTITURAS

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    Cómo empiezo…   No supe en qué momento dejé… no.   Me enseñaron a vivir… no, no.   Aprendí a vivir, mientras veía a las demás personas vivir. Fui asimilando modelos, esquemas, creencias.   Fui tomando formas, opciones. Fui aprendiendo a vivir. Imité.                    Representé.                      Personifiqué. Encarne por años varias máscaras, aunque reconozco que, siempre había algo de mí impreso en ellas.   En un sistema como el nuestro, patriarcal recalcitrante, las mujeres aprendimos a vivir, en principio, para los otros, como otros, incluso, a vivir la vida de otros y, con ello, los sueños y deseos de otros.   Poco a poco, deconstruyendo elementos de esa identidad asignada, empecé a reconstruirme.   Entendí que estaba en contantes ensayos de vida, con elementos diferentes.   Me vi como quien ensaya con un instrumento musical. Primero tocando las piezas de otros. Después, haciendo contribuciones personales a  esas mismas obras.

DEJAR IR

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  No todo lo que se deja ir, lo que se suelta, causa necesariamente un dolor interno.  Hay situaciones, objetos, personas, lugares, animales… que lejos de causar un sentimiento desagradable nos llena de júbilo. Como cuando se deja la sala de un hospital, luego de alguna complicación en la salud, o se destilicha la casa o se cambia de hábitos nocivos. De ahí se va tomando experiencia en lo que significa deshacerse de aquello a lo que no se le encuentra un lugar. Se deja ir lo que incomoda, lo que daña, lo que no sirve, lo que se acabó, lo que ya no tiene un uso, lo que es de otra persona, lo que murió, lo roto, lo que se vuelve feo, lo que creíste que era y no fue. A veces no está roto, sirve, pero daña; otras veces es bellísimo y tiene mil encantos, pero pertenece a otra persona, otras de verdad que tenían un lugar especial, pero se rompió. ¿En qué momento y qué ocurre, que a pesar de que aquello se volvió espantoso no se suelta? ¿Qué ocurre con la experiencia adquirida a lo largo