Mi padre se levantó con una pena en el corazón. Lo vi salir despacio, a tientas, al patio de atrás de la casa, Tristísimos sus ojos; Perdidos en la inmensidad de aquellos laberintos Buscaban un asidero de luz entre sus recuerdos. A través de la ventana, lo veía sentadito en la silla donde tomaba el sol por las mañanas. Caían lágrimas de sus enceguecidos ojos, Llegaban a la tierra haciendo más grande aquel laberinto de juncos, bejucos y rastrojos de recuerdos. Ni un poquito de luz, ni una sombra siquiera podía ver. Negro el día igual que la noche. Lloraba su desconsuelo, lloraba la tristeza de su visión perdida varios años atrás. Dice que no va a poder ver a sus niñas, sus nietas. Las manos de mi bella madre, su esposa, le acariciaban la espalda, le abrazaban, le animaban, l e hablaban… Sollozaron tr
¿Serán mis ojos quien te ven? o los ojos de aquellas mujeres que se fueron, de las mujeres de hoy que me muestran sus heridas, de las que dijeron y dicen sus dolores. ¿Serán mis ojos los que te ven?, ¿o los ojos de una sociedad patriarcal cada vez más enferma de control y manipulación? No sé quién te está viendo si mi yo de 3 años, si la de 8, la de 15, la de hoy. No sé desde dónde te veo, desde mis heridas, desde los dolores que habitan mi cuerpo, el corazón y el alma. Visiones que se entrelazan, creando un entramado que forman los cristales de mis viejos lentes, con los que sólo veo daño, veneno, abandono, crueldad y lastre. Sé que estás por ahí, sé que hay muchos que se están construyendo, puedo percibirlo; quiero despejar mi mirada para descubrirlos, hay quien se ha despojado de los antiguos harapos y se está cimentando, sin rendirse, en nuevos paradigmas, sin embargo, casi al aclarar mi visión, el vendaval de los sucesos vividos te aleja y otra vez… no te veo. Es posible
Les dejo un escrito bellísimo de una de mis pacientes. Tómense su tiempo, léanlo, saboréenlo. Querido cuerpo: Estos tiempos han sido de transformaciones profundas. Hemos atravesado por alteraciones físicas, fluctuaciones hormonales y un torbellino de emociones. Y sí, he sentido la inestabilidad que han provocado en mí todas estas tormentas interiores. Hace un tiempo, me percaté de que el quiste en mi matriz era un espejo de algo más grande, un peso interno que llevaba. Quizá, en cierto modo, este quiste era una manifestación de ese espacio que sentía ocupado, de algo que estaba reteniendo. En mi ansia de bienestar, al descubrirlo, busqué soluciones médicas; tomé pastillas anticonceptivas que, aunque sabía que me harían ganar peso, eran necesarias para que el quiste desapareciera. Y la verdad es que estaba bien con eso, yo quería desaparecerlo y “estar sana” Quiste, te agradezco. Gracias por mostrarme lo que, en ese momento, no podía ver. Absorbiste esas penas y cargas que yo, a ve
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