Identidad de Género de las Mujeres

La socialización genérica en el patriarcado, consiste en “adiestrar” a todas las personas, desde sus primeros años de vida, en ser hombre o mujer. A través del aprendizaje de numerosos estereotipos y prejuicios impuestos a uno u otro género, se van desarrollando una serie de creencias, valores y actitudes diferenciadas, los denominados “mandatos de género” cuya finalidad es aprender a ser una buena mujer o un buen hombre. Este conjunto de cogniciones son asociadas por un lado, con las distintas emociones diferencias que provocan, tristeza, culpa y miedo en las mujeres, y enfado, ira y agresividad en los hombres y con los roles y conductas de dominación/masculina y sumisión/femenina.
Es un proceso de aprendizaje temprano, cuando todavía no existe posibilidad de pensamiento crítico en el niño o la niña. En ocasiones se realiza de forma expresa, pero generalmente se produce de forma no verbal e inconsciente, a través de los modelos de género familiares, especialmente del padre y de la madre, aplicando potentes “refuerzos afectivos” a las/os hijas/os, que son siempre fortalecidos en la misma dirección, por el resto de los agentes socializadores (escuela, religión, medios de comunicación, publicidad,…).
En un principio, se parte de refuerzos afectivos similares para niños y niñas, pero después de los primeros años se van introduciendo otro tipo de refuerzos de género. Unos exclusivos para los varones, como son el poder, el dinero, la acción, el control de l@s demás y de las situaciones y, por supuesto, el amor “propio”.Y otros exclusivos para las mujeres, que son todos los relacionados con el ser y estar para l@s demás (ser buena hija, hermana, esposa, madre, amiga, compañera,…), con la búsqueda del amor romántico (el buen marido) y, posteriormente, del amor desinteresado que ofrecen los hijos e hijas dentro del matrimonio.
Todos estos mandatos de género apoyados en los refuerzos, se van traduciendo en cogniciones, emociones y conductas de género aprendidas, que guían a cada persona según el modelo impuesto, convirtiéndose en su propia identidad de género.
El aprendizaje del género, para hombres y mujeres, en un sistema social dicotómico y sexista, que promueve la dominación del hombre y potencia la sumisión de la mujer, genera graves consecuencias para ambos sexos, pero indudablemente son muchos más peligrosas para las mujeres porque las coloca en una posición de vulnerabilidad para su desarrollo vital.

La identidad de género de una persona llega a convertirse en un entramado tan profundo, que en el caso de las mujeres es difícil de reconocerla como la causa de la mayoría de sus malestares y, al mismo tiempo, dificulta su cuestionamiento y análisis.

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